Potenciando la autonomía

Uno de los objetivos prioritarios en el desarrollo es motivar la capacidad para realizar por nosotros mismos las tareas y actividades que nos corresponden. Indudablemente, la autonomía tiende a ir de la mano de compañías tan deseables como la adaptación a situaciones sociales (mejorando por tanto la competencia de relación con los demás) o el aprendizaje. Sin embargo, más allá de resaltar sus múltiples beneficios, bien sabidos por todos, queremos presentar algún recurso útil y práctico que englobe tanto características formales, como de contenido.

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Es decir, cuando nos planteamos transferir responsabilidad o poder a nuestros hijos, lo hacemos pensamos en su evolución y bienestar, pero también en dejar de ser paulatinamente esa fusión entre loros y policías que emiten recordatorios asegurándose de que llegan a buen puerto.

Esta es una de las primeras premisas que queremos matizar, la autonomía constituye una de las dianas más ambiciosas y “atemporales”, puesto que precisa de ingredientes tales como constancia, paciencia, motivación y dinamismo. Precisamente por eso no podemos exigirnos a nosotros mismos que nuestros hijos pasen de necesitar ayuda para vestirse, a que se prepare la ropa para mañana y se vista sin protestar o volver a su cómoda situación anterior.

Progresión y constancia, si hiciésemos esto sería el equivalente a enseñar a montar en bicicleta sin ruedines (casi ni pasando por triciclo).

Por ello, primer matiz que facilitará que los ingredientes que hemos nombrado se mantengan latentes: ajustemos expectativas, ya que la frustración es mala enemiga en la transferencia de responsabilidad y es probable que nos visite si pretendemos cambios inmediatos.

Por otro lado, si hablamos de objetivo “atemporal”, es porque precisa de una evolución que irremediablemente implicará tiempo. Sin embargo, ese tiempo será mucho más eficaz si ponemos el foco en algunas de las rutinas.

Es decir, en lugar de buscar que se vista solo, desayune, llegue y meriende antes de hacer los deberes, dejando por supuesto todo recogido antes de la ducha, podemos dividir dichos hábitos por periodos. Por ejemplo, centrarnos en las rutinas de tarde: merienda, cambio de ropa, organización pre tareas- estudio, recoger y preparar la mochila para el próximo día. Es útil comenzar por una franja del día y potenciar su desarrollo de manera concreta.

A todos nos han enseñado antes cómo funciona la palanca de cambios, pre-requisito del famoso juego de pies y hemos terminado conduciendo, ¿verdad?

Hasta el momento, chip de la autonomía como aquella evolución que precisa de tiempo, además de dividir las rutinas para aumentar la probabilidad de que esa transferencia se dé con eficacia.

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Como hemos adelantado al inicio, la autonomía favorece un clima de tranquilidad y bienestar por una doble vía; nosotros abandonamos progresivamente el papel de guía externa y ellos, mucho más importante, se sienten capaces y competentes.
Su sentimiento es, de lejos, el ingrediente más relevante de esta receta. Al igual que cuando aprenden a atarse los zapatos se sienten mayores, el hecho de ir cogiendo las riendas de sus diferentes responsabilidades les despierta una sensación de evolución que es la que debemos buscar.

Queremos que sean autónomos para que desaparezcan los miedos, la inseguridad, esas verbalizaciones tan desajustadas con respecto a la realidad “es que si no me ayudas, no voy a poder”. Pueden, por supuesto que pueden y los primeros que debemos creerlo y proyectarlo somos nosotros como padres.

No olvidemos la repercusión de dicha gran capacidad en las emociones, es por ello que nuestro recurso incluye un apartado donde cada niñ@ tenga la oportunidad de plasmar cómo se siente. La expresión y gestión emocional son habilidades transversales que refuerzan en gran medida los ingredientes de nuestra obra de chefs.

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En relación con la introspección, con la capacidad para ver cómo se encuentran ellos mismos, podemos facilitar el análisis de su ejecución introduciendo algunas frases a modo de retroalimentación. No basta con hacer las cosas, con que recojamos y ya, este empoderamiento se beneficiará enormemente si vamos evaluando nuestro día a día y expresamos lo que sentimos.

La autonomía como hemos señalado es un puzle de incontables piezas, por lo que es indispensable que nosotros ayudemos a recopilar el resto.

De hecho, cuanto más bonito sea nuestro puzle, más probabilidad de que nos enganche. De ahí que os presentemos un recurso visual y manipulable que se puede adaptar a todos los intereses (forma de balón, zapatilla de ballet, libro, partitura…) precisando de una motivación y creatividad que sin duda facilitará un aprendizaje más constructivo.

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Como en ningún momento tenemos como finalidad ofrecer pautas que apliquéis como robots, si no reflexionar sobre qué le pido a mi hijo, qué me pido a mí, cómo lo estoy incentivando y si podría haber un plan b que nos ayude a ajustarnos a nuestros objetivos de manera más eficaz, os dejamos el recurso en pos de que os inspire, os sea útil y dediquéis unos minutos a pensar en la siguiente frase:

“Ayúdame a hacerlo por mí mismo”.

Ana Aso

Psicóloga de Educ-at

M-32114

educatdah.com

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